El dilema global de Pascal
«Todas las desgracias del hombre se derivan del hecho de no ser capaz de estar tranquilamente sentado y solo en una habitación»
Blaise Pascal
Han vuelto los delfines en Cerdeña. El agua de Venecia, como el aire, se limpia. El turistificado mercado barcelonés de la Boqueria se convierte, de nuevo, en un mercado de barrio. Abren hoteles en Paris para acoger vagabundos. Y han cerrado el CIE de la Zona Franca. Y se han parado los desahucios. Y ya no es primavera en El Corte Inglés. Lo privado lucrativo se ha puesto –por decreto– al servicio de lo público universal. La lista repentina es larguísima, bajo esta inédita excepción hecha catarsis. Pero a pesar de todo, la principal paradoja insólita, tras décadas mercantiles de neoliberalismo, es que se prioriza la salud frente a la economía. En cambio, el condicionante determinante de nuestros días es precisamente lo inverso: que todo se hace tras un ciclo caracterizado severamente por todo lo contrario. Cuando la economía se imponía a la salud –y a la política y al derecho a la vivienda y a la cultura y a todo y al mundo entero. Ayer dogma; hoy, drama.